martes, junio 30, 2015

En ocasión de Tracy

Ojalá borrar los restos de un amor perdido
fuese algo tan sencillo como enterrar
el triste cadáver de un gato muerto.
Pero no.
La pala se hunde en la tierra,
abre en ella una ávida boca, la remueve,
va haciendo crecer el oscuro pozo
que aguarda ansioso como un presagio.
Allí quedará el manso bulto,
frío y tieso, envuelto en un viejo trapo
que hace las veces de mortaja.
La tierra cae encima, implacable.
Pero no.
No se trata solamente de un gato muerto.
Sabe la podredumbre que mejores manjares
habrán de llegar cuando sea el momento
y aguarda paciente por ellos.
Vale decir, por nosotros.
Por vos y también por mí,
que ahora mismo empujo una vez más
la dura hoja de metal con mi pie
para que se hunda en la tierra,
polvo somos y al polvo regresamos,
otra palada que cae sobre el triste despojo,
pronto los gusanos se abrirán paso en la carroña.
Yo me pregunto cuánto tiempo más
nos quedará para seguir pensando en todo esto.
Para seguir escribiendo palabras que intentan
en vano llenar vacíos irremediables.
Pero no.
Nos hemos ya casi olvidado del pobre gato;
ya ves, así de frágil también es nuestra memoria,
y sin embargo, mientras yo viva no habrá
tierra en el mundo que pueda tapar
el hueco que dejó tu ausencia,
ni el dolor por mi culpa de haberte perdido.

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