lunes, enero 18, 2016

Irse

Imaginá por un momento que
cada latido de tu corazón te duela.
O que la sangre, al circular por
el interior de tus venas cause
un ardor insoportable,
un malestar que no cesa.
Cuando hay una herida abierta
alcanza a veces con quedarse quieto
para distraer un poco el dolor.
Pero en este caso no sucede así.
No hay un momento de paz.
La tortura no se detiene.
Por supuesto, hay instantes
en los cuales emerge cierta ilusión,
como un sutil adormecimiento.
Pero en cuanto uno chequea, ahí sigue
la náusea, la sombra, el espanto,
listos para atormentarnos,
o acaso para redimirnos.
Qué hacer, entonces.
Cómo escapar.
Hay días en que uno
desearía mejor entregarse,
dejar de luchar e irse.

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