domingo, junio 19, 2016

Fugacidades

Cierto día, una jornada cualquiera, muchos años después de que ella hubiese fallecido, mi papá vio de cuerpo presente a su madre, vale decir mi abuela, sentada en una silla de su departamento. No es éste el comienzo de una historia de fantasmas, y ni siquiera el inicio de una historia propiamente dicha, sino apenas el relato de algo que aconteció. Tampoco hay mucho para contar, pues no hubo en el caso revelaciones místicas, ni mensajes desmesurados, sino solamente eso: un acto de presencia fugaz, una mano frágil y delgada levantada levemente, una repentina paz, que tanto pudo haber sido obsequio de la visita o producto del ánimo del visitado. En cualquier caso, cuando algunos días más tarde conocí los detalles de aquel episodio, por alguna razón comprendí que los inmortales no estarían aquí en este mundo con nosotros para siempre.

Anoche, por mi parte, estando despierto descubrí, creo que por primera vez, la trastienda de la formación de los sueños. Es como si uno tuviese los ojos cerrados, pero por error un pequeño paso de luz hubiese quedado abierto. Como una venda mal colocada, que deja entrar apenas un hilo de luz a través del cual se filtra un fragmento de algo que en teoría no deberíamos ver. Después hay como un chisporroteo de electricidad. Finalmente, como si fuese la pantalla de un televisor que entra en sintonía, de repente uno parece ver algo. Yo estaba despierto, definitivamente despierto, y al mismo tiempo maravillado por aquellas imágenes que iban tomando forma ante mis ojos cerrados, provenientes de... ¿De dónde llegaban esas imágenes? Ese era el gran interrogante. ¿En qué lugar del universo estaría esa casa con un portón celeste, que yo jamás había visto antes, y que de repente vislumbraba a través de esa venda mal puesta que me permitía ser testigo de la formación de mi propio sueño? Intenté forzar levemente lo que veía, obligarlo a que me mostrara algo más, y descubrí con sorpresa que no era demasiado difícil hacerlo. Algo me despertó del todo, en ese momento, y no pude seguir investigando.

Pero entonces recuerdo el episodio de mi padre con mi abuela, y me digo que no hay forma de saber si realmente ella estuvo o no allí presente, aquel día, en aquel departamento. Sin embargo, lo cierto es que él la vio. A través de una venda mal colocada, que en algunas ocasiones, fugazmente, nos permite vislumbrar cosas plenas de misterio, que se supone que no deberíamos llegar a ver.

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