martes, enero 16, 2007

Espejos










Esta mañana al levantarme, me disgustó lo que ví en el espejo.
El mismo rostro de siempre, pero evidentemente más viejo.
Hay jornadas que tienen sobre nosotros ese efecto .
El de que nos demos cuenta al día siguiente, se pretende decir.
Que el tiempo, ese implacable, nos atraviesa siempre.

La fáustica ambición de ser inmortales,
la ingenua ilusión de poder disponer -quizás- de una sólida
inmortalidad de cuarenta o cincuenta años por vivir,
como decía Cortázar, que todos hemos tenido alguna vez,
resulta a la larga insostenible.

La reemplazamos entonces con otras ilusiones,
más terrenas, más carnales, idealismos, sueños y afectos.
Y cuando estas otras ilusiones también se desvanecen,
nuestra vida se desbarata como un castillo de naipes.

2 comentarios:

Germán A. Serain dijo...

Vale la pena, por supuesto, leer la metáfora en medio del contexto plasmado por Cortázar, en su "Relato con un fondo de agua":

"Era aquí mismo, pero en esos tiempos -¿cuántos años ya, viejo?- todos ustedes venían a pasar temporadas al bungalow que me dejaban mis padres, nos daba por el remo, por leer poesía hasta la náusea, por enamorarnos desesperadamente de lo más precario y lo más perecedero, todo eso envuelto en una infinita pedantería inofensiva, en una ternura de cachorros sonsos. Eramos tan jóvenes, Mauricio, resultaba tan fácil creerse hastiado, acariciar la imagen de la muerte entre discos de jazz y mate amargo, dueños de una sólida inmortalidad de cincuenta o sesenta años por vivir."

Si hemos cambiado las cifras en la anotación de nuestro blog, esto es ya por razones obvias. No es tanta la gente que llega a los cien años.

Germán A. Serain dijo...

"Pero si todo es una ilusión, ¿por qué debería preocuparnos tanto?", podrías preguntarte.

Y yo te respondo: Es que una cosa es saber que todo es ilusorio, y otra muy diferente es que además de ilusorio sea necesariamente tan fugaz.