Un hombre camina una noche por una playa solitaria. Se detiene un momento, muy cerca de la orilla, se agacha, y escribe tres palabras en la arena húmeda. Luego se incorpora, y continúa caminando, sin volver la vista atrás. ¿Por qué razón haría semejante cosa? ¿No sabe acaso que el mar borrará de inmediato esas palabras que acaba de escribir, que no llegarán a ser vistas por persona alguna?
Sí, lo más probable es que lo sepa. Y muy a pesar de eso, lo que ese hombre hace es dejar una marca de su paso por el mundo. Una marca tan fugaz, pensará alguien. Y sin embargo, ¿acaso la inmortalidad de un Cervantes, de un Mozart, de un Cristo, no son también un fugaz instante comparadas con la duración de las estrellas, mudos testigos del gesto de aquel hombre que camina al lado del mar? El tiempo es algo relativo, después de todo. Lástima que tenga la fea costumbre de matarnos.
Nada sabemos nosotros de aquel que caminó una noche por esa playa, que se detuvo un momento y escribió tres palabras en la arena, que enseguida fueron borradas por las aguas. ¿Cuáles fueron esas tres palabras? ¿Y cómo sabemos que fueron solamente tres? Puede que hayamos estado allí, después de todo. Y puede que esas palabras hayan quedado inscriptas en la memoria del mar, de la arena, de la noche.
Que son memorias diferentes de la humana, por supuesto.
Pero memorias al fin y al cabo.
lunes, enero 08, 2007
Walking in the sand
Publicadas por Germán A. Serain
Etiquetas: Literatura, Reflexiones
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4 comentarios:
Hay días en que siento que todo esto es como un interminable páramo desierto.
¿Tendrá algún sentido escribir, sean tres palabras en la arena, sea el Quijote, sea Hamlet o sea este blog, después de todo?
Y en todo caso, ¿cuál sería ese sentido, de haberlo?
Es curioso: hay días en que me cuesta ver lo que hasta ayer mismo estaba allí, tan claramente visible y evidente.
¿Tangible como un sueño?... ¿Como un espejismo?...
¿Cuál habrá sido el instante de mayor lucidez? ¿Entonces o ahora?...
La duda, como el deseo, es parte de esa constelación de vacíos que nos constituyen. También el miedo y el reconocimiento.
Y todos, a la vez, parecen del orden de lo intangible, eso tan evanescente como tres palabras escritas en la arena. Sin embargo, tan concretas y evidentes que nos hieren o nos sanan.
Nos sanan y nos hieren...
Algunas veces, es curioso, se dan las dos cosas al mismo tiempo.
Gracias por tu comentario, Jorge.
Dicen que todo ya fue escrito e inventado por los griegos. Pero eso no puede hacer apagar la llama del deseo de dar nuestra mirada sobre el mundo.
A veces uno se pone en nihilista, y no le encuentra sentido a escribir, pero ¿sería concebible dejar de escribir? ¿No sería congelarse en un tiempo, y depender de las ideas de gente que vivió otras épocas distintas?
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