miércoles, enero 12, 2011

La naturaleza de la verdad (II)

Hace un par de meses, en noviembre del año pasado, encontré una historia oriental, sumamente instructiva, que volqué en este mismo blog, relativa a la evasiva naturaleza de la verdad. Poco después me topé con un libro de Jaime Barylko, El aprendizaje de la libertad, en el cual aparece otra fábula, en este caso de raigambre judía, que nos habla de lo mismo. Porque no tiene desperdicio, también quise dejarla reproducida aquí:

Erase una vez un rabino que atendía los pleitos de la gente de su comunidad. Un día fue visitado por Salomón:
- Tengo un pleito contra Moisés -le dijo.

El rabino escuchó todas las argumentaciones y dictaminó:
- Tienes razón.

Luego vino Moisés y pleiteó contra Salomón. Escuchó el rabino atentamente y por fin se expidió:
- Tienes razón.

La mujer del rabino, naturalmente curiosa, escuchaba detrás de la puerta. Apareció entonces y reclamó:
- ¿Cómo puede ser que el uno tenga razón y que el otro también tenga razón?

El rabino se hundió en una profunda cavilación. Luego alzó los ojos, miró a su mujer y le dijo:
- ¿Sabes una cosa? Tú también tienes razón.

El fragmento es tan brillante, que me exime -creo yo- de cualquier otro comentario.

1 comentario:

Germán A. Serain dijo...

Dije que esta entrada no ameritaba comentarios adicionales, pero ya se sabe: soy a veces un incontinente verbal.

El comentario es lo dicho por aquel viejo refrán que aseguraba: Que en este mundo nada es verdad, ni nada es mentira. Que todo es del color del cristal con que se mira.

Tan elemental y simple, y sin embargo cada uno de nosotros, más o menos secretamente, se considera siempre o casi siempre en poder de la razón, de la verdad, como si no hubiese otros cristales, otros colores, otras perspectivas igualmente válidas.

Por cierto, no se trata de sostener que cualquier solución propuesta a un determinado planteo será igual de válida que cualquier otra, como por principio. Sino de comprender que frente a ese determinado planteo, las soluciones válidas serán siempre múltiples, diferentes entre sí, recíprocamente enriquecedoras a partir de sus mismas diferencias y particularidades.