Somos seres errantes. Cualquier lugar en el mundo puede llegar a ser el nuestro, pero al mismo tiempo ninguno parece serlo verdaderamente. Somos unos eternos desconocidos, no solamente para los demás sino también, lo cual seguramente es más relevante, para nosotros mismos. De allí que esas tres magníficas preguntas, dignas de ser planteadas en una encrucijada cualquiera por una aparición o por una esfinge, carezcan de una respuesta precisa: de dónde venimos, quiénes somos, hacia dónde nos dirigimos. Propuestas así, de un modo tan simple, parece mentira que no podamos resolver estas intrigas. Y sin embargo así es precisamente como son las cosas.
Por eso suelo decirme que la vida resulta, en cierto sentido, no necesariamente una herida absurda, como asegura el tango, pero sí un juego que carece de toda lógica. O mejor dicho, a fin de procurar ser lo más justos que se pueda: tal vez sí tenga una lógica, un determinado sentido; es más, nuestro sentido común y nuestra esperanza nos llevan a creer que seguramente debe tenerlo. Pero nosotros lo desconocemos. Somos arrojados a este juego, y obligados a jugarlo, sin que nadie se tome el trabajo de darnos a conocer sus objetivos, y ni siquiera cuáles son sus reglas. Y así es como finalmente jugamos, de un modo inevitable, sin terminar nunca de saber si lo hacemos bien o si lo hacemos mal.
Se diría que se trata de un absurdo. Realizar algo sin tener la menor idea de cómo ha de hacerse. Y sin embargo, convicciones aparte, es el único modo en que llegamos a vivir. Cierto es que hay quienes por propia voluntad dejan de preguntarse por estas cuestiones. Pues si finalmente se trata de preguntas sin respuesta, no deja de ser razonable dejar de lado el desafío de resolverlas. Pero ni siquiera podemos tener la certeza de que de este modo no estemos abandonando el desafío demasiado pronto, no por imposibilidad sino por falta de empeño. Tal vez por eso algunos no logramos dejar el problema de lado. Y así vamos viviendo, también, sin saber cómo hacerlo. Acusados, por supuesto, tanto por los demás como por nosotros mismos, de hacer las cosas del modo incorrecto.
viernes, enero 21, 2011
Las tres preguntas (Mea culpa)
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3 comentarios:
Los que se hacen esas preguntas son los que más en paz tienen su mente, lo que puede dejar aparecer su verdadero ser en la superficie. Qué el camino sea una incognita es la premisa del juego.
No te podría decir si tengo paz. O si quienes la tienen se preguntan estas cosas. Pero sí, probablemente la incógnita sea una de las premisas centrales en todo esto. En eso concuerdo, incluso cuando no me guste.
Gracias por pasar.
Alguien se planteó, alguna vez, otras tres preguntas. Y dieron lugar a que Leon Tolstoi escribiese un breve pero magnífico relato. No resulta tan breve como para entrar en los 4000 caracteres que ofrece como máximo esta ventana, pero dejo al menos este enlace, para que lo pueda leer quien guste hacerlo.
http://loscuentosdehadas.blogspot.com/2009/05/las-tres-preguntas-leon-tolstoi.html
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