jueves, noviembre 12, 2009

- Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
- Nadie lo sabe.
- Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de tí?
- No lo sé.
- Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si despertara este rey, te apagarías como una vela.

El fragmento pertenece a Lewis Carroll. Aunque recuerdo haber visto alguna vez una versión sui generis de Sueño de una noche de verano de Shakespeare que terminaba precisamente con este pasaje, y a partir de entonces nunca pude dejar de asociar ambas cosas. Memoria emotiva, que le dicen.

La recomendación básica, entonces: No ser demasiado bruscos en nuestros gestos, por las dudas, para que este rey no se despierte. Ser más vale discretos y gentiles.

La reflexión paradójica: Que más allá de la inquietud que este pasaje pueda generar en nosotros, lo cierto es que Carroll lo concibe a su vez como parte del sueño de una niña llamada Alicia. Con lo cual la situación se invierte, y en realidad es Alicia quien sueña al rey que la sueña a ella... ("Como en Las ruinas circulares de Borges", comentó alguien, con mucha razón.)

Y otra cuestión más todavía (y esta idea la adopto de alguien más): Todas las personas, no por nada designadas tantas veces sujetos, somos quienes somos en virtud de los demás. Necesitamos del reconocimiento ajeno para cobrar una identidad que nos sea propia. Como en un juego de espejos, del mismo modo en que Alicia no existe sin el rey que la sueña, ni hay rey fuera del sueño de Alicia, nosotros nos reconocemos en la mirada de los demás. Pretendemos así vanamente ser individuos, cuando en verdad estamos siempre sujetos a ser el constructo imaginario de alguien más, que nos mira, que nos reconoce, que nos objetiva y nos dice quiénes somos.

Claro está, en este punto cabe tener muy presente que el resto de esta cuestión, al decir de Jean Paul Sartre, es qué logramos hacer con eso que los demás hacen de nosotros.

2 comentarios:

Marcela dijo...

Germán, me alegra mucho que, a partir del recuerdo del cuento, hayas escrito este texto impecable.
Y quiero agregar algo. Pero trasladando el sueño al ámbito académico: al igual que las figuras, soy alumna porque, a lo largo de los años en esta facultad, me he cruzado con profesores, que han formado mi identidad como estudiante, que han hecho que yo me reconzca como tal a partir de todo lo que me brindaron. Y, sobre todo, que me permiten hoy mantenerme ahí.
Yo tampoco quisiera que despierte quien me sueña.
Es muy valioso eso que hacés, apostar a los alumnos (a los "sin luz").
Gracias!
Saludos

Germán A. Serain dijo...

Marcela, sólo podría aceptarte esa palabra si convenimos que todos nosotros somos, en cierta medida, iluminados, tanto como alumnos. Todos tenemos una dosis de luz que otros necesitan, y también sombras que otros están destinados a iluminar, si así lo permitimos.

Entonces, sólo estaré dispuesto a hablar de mis "alumnos" en tanto se conceda que también yo lo soy, más allá de la labor docente que uno pueda brindar en el marco de una academia.

Gracias por visitarme.