viernes, noviembre 20, 2009

El sentido de la vida

Jamás hubiese conocido a Philip Roth, probablemente, de no haber sido porque alguien decidió obsequiarme un libro suyo. Y de haberlo conocido por casualidad, probablemente no hubiese estado atento a descubrir entre sus párrafos ninguno que fuese de particular interés. Pero cuando alguien con quien uno suele coincidir en el terreno de las apreciaciones estéticas nos recomienda algo, o nos lo obsequia, como en este caso, vale la pena prestar un poco más de atención. Esto nos pasa con la literatura tanto como con la música y con las expresiones estéticas en general, incluidas también las ideologías, que como bien dice Daniel Lutzky también ellas pertenecen en buena medida al orden de lo estético. Esto no nos obliga a coincidir: siempre habrá inclinaciones personales, subjetividades, historicidades, pasiones, que nos llevarán eventualmente a disentir. Pienso en Luciano Berio como botón de muestra. Aunque todo lo dicho hasta aquí sólo sea un modo de agradecer el obsequio de este libro y justificar el que haya terminado deteniéndome en este brevísimo párrafo donde se mezclan consideraciones relativas a hombres y vacas, que habla de...

...el mandato que pesa sobre todos nosotros, tanto los seres humanos como los bovinos, los altamente diferenciados y los casi indeferenciados, de vivir, no sólo de aguantar, sino de vivir tomando, dando, nutriendo, ordeñando, reconociendo sinceramente, como el enigma que es, la falta de sentido de la vida.

Así dice. "La falta de sentido de la vida."
(Así dice. "No sólo de aguantar, sino de vivir...")

Pero me quedo pensando en esta cuesión de la falta de sentido. Entonces me digo, por ejemplo, que todo aquello que catalogamos como falto de sentido, como la vida, según lo plantea Roth, en realidad a lo único que nos remite es al hecho de que nosotros, quienes así calificamos el sinsentido en cuestión, no logramos encontrar un sentido allí. Lo cual no significa que eso no tenga, finalmente, un sentido; que sin embargo tal vez se nos escapa.

En otras palabras: ¿el sinsentido reside en lo que se observa o en la mente del observador, que juzga y no termina de comprender? Porque si de algo no cabe duda es de que siempre será más fácil decir "no tiene sentido", en lugar de "yo no se lo encuentro".

Ahora bien, ¿y qué sucede con lo que sí tiene sentido? Quiero decir: ¿no radicarán acaso esos presuntos sentidos, que a veces nos parece encontrar en ciertas cosas, también en los sujetos que analizan, más que en las cosas analizadas? ¿Habrá finalmente, en alguna parte, algo que se parezca a eso que llamamos la verdad?

Tal vez, entonces, sea cierto, y la vida no tenga sentido; pero únicamente porque el mismo concepto de sentido sea inválido.

En cuanto a mí, prefiero pensar la vida no como un sinsentido, sino en todo caso como un juego, del cual paradójicamente nadie nos ha revelado sus reglas; de manera que cada uno juega como mejor puede, pero sin saber a ciencia cierta si lo está haciendo bien o mal.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

la falta de sentido
tal vez sea la más gratuita y generosa ofrenda

Germán A. Serain dijo...

Este comentario que escribiste, acá arriba del mío... ¿vos dirías que tiene sentido, entonces?