sábado, marzo 28, 2020

Cuarentena - Día 9

Continuando con la anotación de ayer, hoy leo en otro muro esta idea que quiero dejar plasmada aquí: "El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución, porque el virus nos aísla. No genera ningún sentimiento colectivo. De algún modo, cada quien se preocupa por su propia supervivencia. Una solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no nos permite soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos de un virus. Lo que necesitamos con urgencia es una revolución humana."

Me digo entonces que es cierto. Que el coronavirus, en definitiva, no es una amenaza... sino muchas. Porque supone el riesgo de perder la salud, por supuesto, y eventualmente la vida, ya sea que pensemos en la propia o en la de mucha otra gente. Pero también está la amenaza, cada día más cercana y cierta, de un colapso de la economía que a la larga también acabará, de una manera u otra, con la vida de incontables personas. Cuánto se perderá por una causa o por la otra es algo que de momento no sabemos. 

También se vislumbran otros riesgos, ciertamente no menores. Entre otros, una caída profunda y de difícil retorno en el aislamiento, la proliferación del individualismo o la tentación de resignar derechos básicos o de caer en autoritarismos legitimados supuestamente por una causa noble y de bien común. El problema con los límites entre lo deseable y lo pernicioso, entre lo que está bien y lo que está mal, es que esos límites jamás fueron ni serán del todo claros. En especial en tiempos tan particulares como los que estamos viviendo.

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